
Se reconocían, se sonreían.
Cada día se despedían.
La costumbre les hizo buscarse entre la gente,
les hizo necesitarse.
Día tras día, hasta que llegaba el verano,
entonces la melancolía se apoderaba de ellos.
Las vacaciones les alejaban.
Ya no se miraban,
ya no se sonreían,
solo se necesitaban.
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